Jushinga y Joshela lustraban botines
en la misma acera.
A cinco se lustra gritaban
y cada uno tenía clientela....
Los niños soñaban, soñaban
sueños imposibles desde la vereda.
Jushinga soñaba con ser sacerdote
así los domingos diría la misa
en la iglesia del pueblo.
Joshela soñaba andar en un circo
ser un trapecista o tal vez un marino.
Los niños soñaban, soñaban
sueños imposibles desde la vereda.
Los sueños volaron, volaron muy alto
cruzaron las nubes, llegaron al cielo
Un día el Señor al salir del huerto
encontró los sueños, miró hacia la Tierra
y dijo; son dos niños buenos,
que se cumpla el sueño.
Al poco tiempo Jushinga
entró en un convento, le entregó su alma
y también el cuerpo al Señor del Huerto.
Al poco tiempo Joshela
templó la guitarra,
balbuceó unos versos
y por los caminos
lo ha llevado el tiempo.
Durmió en los umbrales,
el hambre y el frío fueron sus maestros
y adentro de su alma
construyó un templo.
Pasaron los años, Jushinga y Joshela
nunca más se vieron.
Una tarde, el Señor lo quiso:
regresó Joshela
el mismo día
que Jushinga, como sacerdote
sus Bodas de Plata festejaba
en la iglesia del pueblo.
Con su toga blanca, elevaba sus manos
entregando su alma
y también su cuerpo
al Señor del Huerto.
Al verlo Josehela
lloraba y lloraba,
recordando los días
que lustraban botines
en la esquina del pueblo.
Jushinga ignoraba
Que estaba a Joshela.
Terminó la misa
y en un solo abrazo
fundieron el tiempo.
Esto que parece una leyenda,
o tal vez un cuento,
sin embargo es cierto,
ocurrió en un pueblo
que lo besa el viento
y el cañaveral.
Este pueblo se llama Simoca
y está en Tucumán.
Escuchar el audio al final de la página http://www.josenaranjo.com.ar/textos/jushinga-y-joshela.html
La imágen es de la Organización Internación del Trabajo
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